DE MI PUÑO Y LETRA.


Todo estaba listo. La felicidad del momento me había llevado a la euforia y ésta a la temeridad: escribiría sobre mí mismo. La hoja blanquísima, y sin ni una sola arruga o imperfección, estaba sobre una mesa en la que el orden habitual de los elementos que sobre ella normalmente descansaban parecía rayando la perfección bajo la abundante luz solar que la bañaba. La agradable temperatura y el silencio que me envolvían completaban el marco ideal para que mi felicidad se plasmase indeleblemente en el tiempo; sí, inmortalizaría la felicidad que sentía en aquel momento dejándola por escrito. Me sentía bien, muy bien. Me sentía poeta.

Y comencé a escribir. ¿Cómo describir lo que sentía? Mi mano bailaba sobre la hoja y, a cada paso, a cada giro, brotaban incontenibles las palabras que, como notas musicales, creaban algo que era más que un reflejo de mí mismo. Todo mi ser y mis esperanzas y todos mis deseos estaban fluyendo con la tinta que convertida en ola de mar bañaba incesantemente la playa de mi hoja de papel. Y la cabeza me daba vueltas y el corazón me latía fuerte, muy fuerte dentro del pecho. Me sentía arrebatado por la experiencia de mí mismo. Mi conciencia apenas era capaz de seguir el ritmo de mi mano convertida, ahora, en bailarina que danzaba sobre el mar. ¡Qué magnifica experiencia! Cuando la danza cesó, tuve que esperar unos instantes a que mi agitada respiración se normalizase antes de comenzar a leer lo que, sin duda, sería lo mejor que hubiese escrito nunca pues, allí, en aquella hoja que era playa de blanquísima arena, estaba yo mismo de mi puño y letra.

Temblaba emocionado cuando mis ojos comenzaron a pasar por las frases que acababa de escribir. Y cuando terminé la lectura estaba pálido, frío, pues todo el calor que hasta entonces había inundado mi eufórico pecho había desaparecido como desaparecido había la imagen que yo creía haber plasmado en aquel papel. ¿Quién era el que estaba allí dibujado? ¡No podía ser yo! Mi mano culpable arrugó con rabia y lanzó lejos de sí el retrato del extraño al que había dado vida y, de un salto, me puse de pie. Sentía miedo, un miedo como el que nunca soñé que podría llegar a sentirse. No podía explicarme lo que había pasado. ¿Dónde estaba yo? Miré la bola de papel con aquellos trazos garabateados que estaba en el suelo justo en frente de mí, y el tiempo se detuvo cuando, abatido, desarrugué la hoja y la leí de nuevo.

No sé cuánto tiempo estuve allí, arrodillado, llorando con la hoja de papel en la mano; no lo sé. Pero cuando por fin me puse de pie, ya había comprendido que las palabras que ahora ardían en la chimenea, eran el real reflejo de mí mismo, una simple caricatura de lo que yo pensaba ser.

En las cenizas aún podía verme a mí mismo de mi puño y letra.

                                                                                                         

Esta Palagrafía es mi pequeño aporte al reto de marzo "Trazos", propuesto por Ginebra en su blog Serendipia. Los demás textos participantes en el reto pueden leerse visitando su blog  AQUÍ.
          

Comentarios

  1. Si supiéramos cómo nos ven los demás comprobaríamos horrorizados que no somos como creemos ser.

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    1. Hola TORO SALVAJE.
      Pienso exactamente lo mismo. Incluso me parece que, en ocasiones, tratamos de engañarnos a nosotros mismos.
      Un saludo.

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  2. Nuestra mirada es cambiante, sobre todo cuando se trata de uno mismo... es complicado ser realmente objetivo, el primer paso es dejar de juzgarnos...
    Muy buen relato, Necco!

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    1. ¡Disculpa, es mi comentario! -que ha salido como anónimo

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    2. Hola Milena.
      ¡Por supuesto que estás disculpada! Además es un placer tenerte por aquí. Estoy de acuerdo; es difícil verse a uno mismo. Muchas gracias por tus palabras.
      Un saludo.

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  3. Hola Necco, dicen que "cada cual hace de su capa un sayo", es importante estar bien con nosotros mismos sin pensar como nos ven los demás, aceptar como somos, aunque quizás no siempre nos vemos como esperábamos o querríamos.
    Un abrazo grande !!

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    1. Hola Dakota.
      Supongo que nos juzgamos, siempre, muy favorablemente.
      Un abrazo fuerte.

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  4. Lo que comienza como un acto de euforia creativa, culmina en una confrontación consigo mismo. Él descubre que la imagen que intentó retratar no corresponde a lo que él cree ser, sino a una versión distorsionada de sí mismo. El momento de reconocimiento, cargado de emociones, lo lleva a un choque con su propia identidad, y aunque la experiencia es dolorosa, resulta en una aceptación inevitable de su realidad.
    Interesantes letras, que importante es estar en equilibrio con uno mismo.
    Un abrazo

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    1. Hola Nuria.
      Nos guste o no, la realidad es la que es. Gracias por tus palabras.
      Un abrazo.

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  5. De tu relato saco algo muy claro y es que nosotros nos vemos de una manera y los demás de otra.
    Aun asi, hay que estar contentos con nostros mismos, todo lo que sintamos es lo que damos a los demás.
    Pero sobre todo ser uno mismo, nunca se agrada a todos y no hay porque hacerlo.
    No hay mayor felicidad que la autenticidad.
    Un abrazo.

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    1. Hola Campirela_.
      Desde luego. Ser auténtico es saber cuando empiezas a autoengañarte y ponerle freno a esa actitud.
      Un abrazo.

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  6. Si logras aceptar todo el desprecio ajeno que puedes provocar sin querer (porque seguro que lo provocamos) y encima que no nos importe, la belleza de la vida se abrirá ante ti.:)

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    1. Hola Cabrónidas.
      Suelo tener presente el siguiente aforismo de Nietzsche:
      "¿Cuál es el signo de que se ha adquirido la libertad? No avergonzarse ya de uno mismo"
      Un saludo.

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  7. Buenísimo. Impecable e introspectivo.
    Produce ese desasosiego que uno siente al enfrentarse a lo que no se quiere ver, pero que está ahí esperando el momento para dar la cara.

    Gran aporte, Necco. Me encanta cómo lo has resuelto.
    Muchísimas gracias.

    Un abrazo 💙

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    1. Hola Ginebra.
      Muchísimas gracias a ti por tus siempre amables palabras.
      Un abrazo.

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  8. A veces creemos estar esculpiendo una gran obra y terminamos con un montón de barro en las manos. Pero justo en ese barro está nuestra esencia, sin adornos ni pretensiones. Quizás la clave no sea rechazarlo, sino aprender a modelarlo sin traicionarnos. Tu reflexión me ha hecho pensar.
    Gracias por compartirlo

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    1. Hola finil.
      Tú lo has dicho: quizás la clave sea no traicionarse a uno mismo. Es muy fácil caer en el autoengaño.
      Gracias a ti por tus palabras.
      Un saludo.

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  9. Es un relato introspectivo y poderoso que explora la euforia creativa y el desencanto al enfrentarse a uno mismo. El inicio, con la hoja perfecta y la luz solar, crea una atmósfera de plenitud que refleja el entusiasmo del narrador. Me encanta la metáfora de la mano como bailarina y la tinta como ola, que dan un tono poético y vibrante al acto de escribir. El giro, cuando descubre que lo escrito no es su ideal sino un “extraño”, es impactante y lleva la historia a un terreno oscuro y existencial. El final, con las cenizas como espejo de su verdad, es melancólico y profundo. El estilo es lírico y envolvente, con una progresión emocional muy bien lograda.
    Te felicito.

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    1. Hola Marcos.
      Muchas gracias por tus amables palabras. Me alegra saber que te ha gustado.
      Un saludo.

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