La primera vez que bajé al infierno la oscuridad, el silencio y la tristeza se apoderaron de mí. Lentamente giraba sobre mí mismo con los brazos extendidos tratando de tocar algo, de ver algo, de oír algo. Pero nada afectaba a mis sentidos como lo hacía la profunda tristeza que me embargaba. No era desde luego aquél lugar como lo había imaginado ni, mucho menos, como me lo habían contado. Y rodeado de un infernal silencio, de una infernal oscuridad, me senté en el suelo, pues era la única referencia que podía encontrar. Mis manos palpaban el frío y liso suelo a mi alrededor mientras mis ojos seguían clavados en la oscuridad. Nada más que tristeza encontré. Tristeza, solamente eso.
"¿Qué has venido a buscar aquí?" tronó una voz en mi interior. Y en la triste oscuridad mis manos y mis ojos dejaron de buscar. En el triste silencio pensé: "busco respuestas". Pero no las hubo; sólo silencio, y tristeza, y oscuridad, y frío, y más y más tristeza... "¿Y cuáles son tus preguntas?" volví a escuchar en mi interior. Pero yo no sabía responder porque en aquélla oscuridad no tenía respuestas, porque en aquél silencio infernal no tenía preguntas.
La primera vez que bajé al infierno buscando respuestas lo hice sin llevar las preguntas. Y sólo encontré oscuridad, silencio y tristeza.
El infierno está arriba, en el mundo de los hombres.
ResponderEliminarDices bien. "El infierno son los otros" escribió Sartre. El "descenso" al infierno, sea lo que sea para cada uno, es la expresión de una caída, de la llegada a un lugar del cual se quiere, se puede o se desea salir.
EliminarGracias por venir Cabrónidas.
Un saludo.
Cielo o infierno, ambos se viven en vida, cuando llega el final, llega el descanso.
ResponderEliminarMuy interesante Necco.
Abrazo!! 😉
Hola Dakota. Una buena reflexión la de que cielo e infierno se viven en la misma vida. Coincido contigo en que el final es el descanso.
ResponderEliminarMuchas gracias por estar aquí conmigo.
Un abrazo fuerte.